El secreto de Ananuri

Quién no cree en la magia, nunca la encontrará.

Trigésimo tercer relato "Living la vida Georgia" 9 febrero, 2018

Música: Rhye - Open

Georgia es mucho más rica de lo que muestran los mapas. A veces, cuando nos salimos un poco de los caminos trillados, y dejamos de marcar los sitios en un mapa, como si fueran trofeos, es cuando empezamos a disfrutar. Así, de esta manera construimos mapas nuevos en nuestra mente, visitando esos callejones que nadie recorre, ese cementerio olvidado, ese faro que ya no ilumina, o una vieja muralla que ya no ampara. Hay tantos lugares arrinconados que se podría crear un hermoso atlas alternativo, para poner orden y poder sentirse parte de todos esos paisajes desatendidos, de esos monumentos ignorados o de ciudades perdidas bajo las olas.

Llegamos a Ananuri una fría noche de enero, la nieve caía en la oscuridad dificultando la conducción hacia la estación de ski de Gudauri. Decidimos pernoctar al lado de la majestuosa fortificación que protege un par de iglesias y una enorme torre defensiva del siglo XI, sin saber que justo a su orilla, en las cristalinas y turquesas aguas, en las que se refleja esta joya del medievo, se encuentra una aldea, con su iglesia y campanario, ahogada en la quietud y placidez de este embalse.

A finales de los años setenta del siglo pasado, el gobierno soviético de Georgia decidió construir un gran embalse, en el valle del río Aragvi, al norte de Tbilisi con el propósito de producir energía eléctrica y suministrar agua potable a la capital. Según el plan preliminar, la Fortaleza de Ananuri debía quedar sumergida también, pero cuando el pueblo georgiano comenzó a protestar, la altura de la represa se redujo, y acabaron dejándola dominando el magnifico paraje en las orillas de lo que parece un gran lago de montaña.

En 1985, cuando la construcción de la presa se terminó y el embalse empezó a funcionar, el agua cubrió con su silencio al antiguo pueblo de Jinvali inundando todos sus recovecos, aniquilando todas las historias y desplazando a sus habitantes, desapareciendo sin dejar ningún rastro, ni resquicio al que se pudieran agarrar.

Anegado bajo las aguas quedaron antiguos edificios, torres defensivas, puentes de piedra y la maltratada y varias veces profanada iglesia de la Vera Cruz. Esta pequeña basílica construida en el siglo XII, en invierno y primavera, cuando el hielo y las nieves retienen el cauce del río Aragvi y el nivel de agua disminuye en el embalse, las ruinas de la basílica medieval de la Vera Cruz emergen para volver a bañarse con los rayos del sol y un poco para reivindicar su historia. En verano, la gente trata de llegar a la iglesia bajo el agua y se dice que cualquiera que sea capaz de sumergirse profundamente en el agua y tocar las campanas de la iglesia, podrá pedir un deseo el cual le será concedido.

A la mañana siguiente, muertos de frío, intentamos divisar, en el corazón helado del lago, la iglesia parcialmente sumergida y con ella, el alma de los que allí vivieron, soñaron y perecieron.

Pero el lago guardó celosamente su secreto.

Otra vez será.

 

 

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