Los edificios modernistas soviéticos no están incluidos en los libros y folletos de guías turísticas.

Hurgando en la vieja herida

Quinto relato "Living la vida Georgia" 6 de junio , 2017

El taxista no paraba de hablarme en ruso, creyendo que yo así, le entendería mejor. Una vez ganados los cinco laris, que cuesta ir en taxi, a casi todos lados en Tbilisi, solo se ocupaba de intentar venderme otro pasaje, a cualquier otra ciudad georgiana. Tras escuchar una retahíla de lugares a los cuales, él suponía que yo quería ir, llegamos al antiguo Ministerio de Construcción de Carreteras.

Este impresionante edificio, ubicado en la calle Gagarin, alberga en la actualidad, la sede de un importante banco georgiano. La entrada no está permitida de manera que, solamente, se puede ver por fuera. El taxista no entendía muy bien, porque yo no paraba de fotografiar el edificio y me miraba extrañado ante mi ilusión contemplando sus 18 pisos entre la vegetación.

Ante su perplejidad, yo le dije, que era un edificio muy interesante desde el punto de vista arquitectónico. Me intenté justificar añadiendo, que este edificio había aparecido en su tiempo en el New York Times. Le conté, como el arquitecto se había inspirado, en los bosques del Caucáso y sus árboles, que elevan sus ramas hacia el cielo, y dejan espacio a la naturaleza en la zona inferior del bosque. Sin duda, su nuevo edificio, fue una gran apuesta por la simbiosis entre la naturaleza y el hombre.

El taxista, no me hizo el menor caso, pero comprendió rápidamente, que yo estaba interesada por todos esos edificios de la época soviética, que no salen en ninguna guía. Allá por los años 50, hubo una resolución relativa a los gastos de construcción y el gobierno estipuló, que los edificios publicos no debían ser profusamente decorados.

En la época modernista soviética, no hubo lugar para balcones de madera curvados, adornos de flores y exteriores ricamente ornamentados, sino formas estrictas y sencillas. Las únicas decoraciones permitidas, fueron mosaicos y bajorrelieves, sobre todo inspirados en motivos espaciales, señalando a la Unión Soviética como el gobierno supremo, que había enviado a Yuri Gagarin al espacio.

El taxista, con la mirada me imploró, que no hurgase en la vieja herida, me repitió que el puente de la Paz y el parque Rike estaban muy bien, que su gobierno, se había gastado mucho dinero para que ahora, yo me interesara por viejos edificios soviéticos, que en la mayor parte están destinados a ser dinamitados, pero que, por cinco laris, me llevaba al Palacio de Celebración de Ritos.

Yo, sin dudarlo, acepté el trato.