Letras y letrinas

La globalización que viene

Decimonoveno relato "Living la vida Georgia" 8 de septiembre, 2017

Ahora, que ya llevo cierto tiempo en Georgia, puedo decir, que una de las cosas que más me gusta, es que la globalización todavía no ha hecho estragos exterminando la peculiaridad, en este recóndito y perdido país. Aquí, los muebles suecos, por ahora, no decoran las casas. Es muy fácil ignorar a las franquicias de comida rápida o, a los cafés, donde ponen tu nombre en el vaso, los cuales surgen, sin vergüenza, en las plazas de las grandes ciudades. Y en los pueblos dificilmente se puede acceder a los mismos comercios de ropa diseñada para masas, manufacturada a precio sin competencia, en el sureste asiático. No es solo Georgia, el mundo entero avanza implacable hacia una homogenización, donde tendemos a exigir unos estándares mínimos, que hace años no existían en la mayor parte del mundo.

Mi amiga y su marido, se fueron a la China de Luna de miel, y no escatimaron en gastos para que el viaje fuese el soñado. Una vez en la agencia, ante las propuestas de la empleada, a todo dijeron que si. Cualquier cosa que suponía un poco de riesgo, a costa de incrementar unos cuantos dolares la cuenta, fue eliminado. Las vacaciones llegaron y el estrés de mis amigos de llegar a un país desconocido, iba con ellos en la maleta, pero, poco a poco, se fueron calmando. Todo salia según lo previsto. Su único cometido era asegurarse de sonreír y de apretar el botón de la cámara de fotos. En cada lugar que visitaban, había un fondo diferente y, la misma botella de champán y el mismo plato de jamón ibérico, para festejar una puesta de sol en un lugar de ensueño. Los pulcros hoteles de cinco estrellas con vistas, no defraudaron y el guía, al cual ellos, cariñosamente, llamaban Manolo, les explicaba, la cultura china y sus monumentos, dentro de un taxi resplandeciente, con cristales tintados, a temperatura óptima.

El ultimo día, en plena visita de la inigualable ciudad prohibida, en Pekin, Manolo palideció ante la petición de mi amiga. Esta se hacía pis. Manolo, claramente, le había advertido de realizar sus necesidades básicas en el hotel, antes del salir. El destino quiso, que la urgencia de la situación, le hiciese conocer la verdadera china, que ellos con sus dolares habían tratado de esquivar. Tuvo la suerte de visitar unos baños chinos abiertos, donde a la vista del resto y en cuclillas pudo liberar su vejiga, mientras que por la pequeña zanja, donde ella también contribuía, pasaban cosas que no quiso mirar, mientras sus vecinos ignoraban todo y charlaban amigablemente entre ellos.

Podemos quedarnos tranquilos sabiendo que la tendencia internacional se dirige indiscutiblemente hacia los baños con puerta cerrada y que, cada vez, sera más difícil, encontrar este tipo de aseos, donde uno entre arriesgándose a encontrar a un señor de Xian en cuclillas, haciendo sus cosas a la vista de cualquiera. Georgia, con baños correctos, avanza a pasos de gigante hacia la normalización en el resto, así que mientras caminamos hacia un futuro que aspira a que todas las ciudades confluyan en un mismo punto, estaremos aliviando a los poco deseosos de aventuras, pero nos estaremos perdiendo algo.

Es una pena que todas las ciudades del planeta, paulatinamente, se estén clonándose unas a otras. En breve, no me cabe la menor duda, nos costará diferenciar, no solo los váteres, sino todas las calles de Londres, de Kutaisi o de Pekin.

Nos equivocamos tomando esta dirección pero que le vamos a hacer, al fin y al cabo, todos somos sentimientos y tenemos humanos.